sábado, 24 de mayo de 2014

[Fragmentos]




❍❍ Muchas veces leyendo, algún fragmento se me queda ardiendo. Momento de revelación, cuando una frase te atraviesa como un cuchillo. Los subrayados que hacemos de los libros, esos que nos hablan, nos nombran un sentimiento propio, nos interpelan o nos conmueven, quedan ahí a la espera y sí uno los compilara y se los diera a un desconocido para que los lea, seguramente este se podría representar una imagen de quienes somos, que nos preocupa, que sentimos. Claro que sería un mapa mucho más lírico de lo que en realidad somos, pero no importa...
Hay unos pocos fragmentos que me acompañan hace años.
A los 16 años marqué en 
Cartas a Milena de Franz Kafka 
el siguiente:

...[ Todo eso ya ha pasado, el bosque compartido, el suburbio compartido, el viaje compartido. Y, sin embargo, no ha quedado atrás ese viaje compartido, en linea recta, por la calleja empedrada y de regreso por la alameda, bajo el sol del atardecer. No ha terminado y sin embargo es una broma estúpida decir que no termina. Estoy rodeado de expedientes, unas pocas cartas, que acabo de leer, saludos del Director ( no me despide ) y de algunos otros...Y a través de todo eso, una campanita repica en mi oído: " ella ya no está junto a ti". Pero también escucho el sonido de una enorme campana en algún lugar del  cielo, que dice: " ella no te abandonará ". Pero la campanita repica en mi oído y luego está la carta de la noche. Es incomprensible que el tórax pueda expandirse y contraerse para respirar este aire, es incomprensible que uno pueda vivir lejos de ti.
Y a pesar de todo no me lamento, todo esto no es un lamento y tengo tu palabra...]

A los 23 marqué en 
El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad:

...[ Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron el reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era denso, pesado, embriagador. No había ninguna alegría en el resplandor del sol. Aquel camino de agua corría desierto, en la penumbra de las grandes extensiones. En las playas de arena plateada, los hipopótamos y los cocodrilos tomaban sol lado a lado. Las aguas al ensancharse, fluían a través de archipiélagos boscosos; era tan fácil perderse en aquel río como en un desierto, y tratando de encontrar el rumbo se chocaba todo el tiempo contra bancos de arena, hasta que uno llegaba a tener la sensación de estar embrujado, lejos de todas las cosas una vez conocidas..., en alguna parte.., lejos de todo..., tal vez en otra existencia. Había momentos en que el pasado volvía a aparecer, como sucede cuando uno no tiene ni un momento libre, pero aparecía en forma de un sueño intranquilo y estruendoso, recordado con asombro en medio de la realidad abrumadora de aquel mundo extraño de plantas, y agua, y silencio. Y aquella inmovilidad de vida no se parecía de ninguna manera a la tranquilidad. Era la inmovilidad de una fuerza implacable que envolvía una intención inescrutable. Y lo miraba a uno con aire vengativo...]

A los 26 o 27 marqué en
El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel
Tomo I Justine.


...[ He hablado de la inutilidad del arte, pero no he dicho la verdad sobre el consuelo que procura.
El solaz que me da este trabajo de la cabeza y el corazón, reside en que solo aquí, en el silencio del escritor o del pintor, puede recrearse la realidad, ordenarse nuevamente, mostrar su sentido profundo. Nuestros actos cotidianos son en realidad la arpillera que oculta la tela laminada de oro, el significado del diseño. por medio del arte logramos una feliz transacción con todo lo que nos hiere o vence en la vida cotidiana, no para escapar del destino como trata de hacerlo el hombre ordinario sino para cumplirlo en todas sus posibilidades: Las imaginarias...]

sábado, 3 de mayo de 2014