viernes, 6 de noviembre de 2015


 [ONCE LLAMAS]
 Fotografías de Valeria Bellusci.

 Texto de Florencia Walfisch.
 Revista Dulce X Negra Nro 21. Noviembre 2015.

Llegábamos por un pequeño atajo; un sendero invisible a simple vista. 
Como quien siempre supo encontrarse en un bosque. Atrás dejábamos la huella de las ruedas.Estuvimos pensando hacia qué norte nos quedaba el campo, en qué sur las ceremonias.        
El norte tuvo estrellas, cielos; la gracia quieta de un silencio con lago. El sur fue la estación sedienta, un círculo de troncos sin follaje. Y el latido secreto en el invierno.
El viento hamacaba esas flores de espuma tan etéreas y blandas, como aparecidas de una fauna marina. Acariciábamos cortezas, la lengua de los brotes, la carne hecha de tallo. Juntábamos formas casi siempre inestables, un equilibrio lento e imposible.
Ellos esperaban en la casa, detenidos. Infieles al devenir del tiempo, asomados a otra espera.
Amanecíamos en nuestro disfraz de perro, nuestra máscara de oso.
Sobre las raíces del gran árbol, hechizados, uníamos el filamento del mundo. Atentos,repetíamos las historias: el cuento del zorro, el de las moras; la gran fiesta de animales.
Cada especie tiembla sus temores. Tocamos la indefensión de lo sólido, el deslizar sin pausa. Algo salía de las cosas: un aliento derramado en el aire.      
Avanzamos veloces sobre el crujido de las hojas. No sé si supimos correr, olvidar.                           
Hacer del recuerdo nuestra propia memoria. 
Cuando llegaste a la piedra tuve miedo, no quise que supieras; por dentro era frágil y una infancia. Yo también tuve un regazo. Y un velo, una bruma habitándome. La oscuridad parecía quieta, el movimiento luminoso. Juntábamos espliegos, alhucemas. El futuro era un caballo conducido por lavandas enraizadas en las manos.
Sobre la mesa, la existencia furiosa del sonido. Los truenos anuncian la tormenta, pero el estruendo se vuelve un alarido del cielo, una compuerta. ¿Quién nos puso este espacio entre los ojos y el mundo? Salidos a la lluvia, la cabeza hacia arriba, los párpados cerrados bajo la caída del diluvio. 
Papá ¿De qué agua nacen peces con tu nombre? ¿El deseo es un pez recién batido entre la corriente y el anzuelo? ¿Sabemos quién es quién, cuál de los dos: si el deseo es el metal o la carne escamada, la boca que prendió?
Todo lo nuestro se desvanece sin dejar de existir
Tuvimos cien cunas, despiertos o dormidos. Y cada día, mamá, tu mano firme hasta la puerta,  y después, al volver para abrigarnos. 
Todavía no queremos dibujarnos en un mapa. Poner a salvo pequeños gestos del futuro.                      
El presente es abierto, donde se filtra el tiempo. El futuro no existe pero está, un minuto sembrado en el ahora. No hay línea recta, el bosque es redondo.
Allá estamos nosotros, en el centro del sueño