martes, 9 de diciembre de 2014

[ La mesa de luz ]
  valeria bellusci
  2006.

[...] Descubrí que no hay nada tan terrible como tener que enfrentarse a las pertenencias de un muerto. Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales. Están y no están allí, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen.[...] Producen un efecto conmovedor, pero al mismo tiempo horrible. Por sí mismas, las cosas no significan nada, como los utensilios de cocina de una civilización antigua; pero sin embargo nos dicen algo, siguen allí no como simples objetos, sino como vestigios de pensamientos, de conciencia; emblemas de la soledad en que un hombre toma las decisiones de su propia vida [...] Paul Auster. La invención de la soledad